Dalí, Yo soy el surrealismo

Surrealistas hay muchos pero tenía razón Dalí cuando dijo que él era el Surrealismo, después de que la comunidad surrealista de París lo expulsara del grupo por razones políticas.

Provocador, excéntrico y egocéntrico, Salvador Dalí fue sin duda el exponente máximo de una corriente que la opinión pública de la época tachó de degenerante de la moral.

A punto de coger mis vacaciones, pero todavía con compromisos profesionales, solo tenía el pasado fin de semana para una corta escapada por lo que he decidido dedicarlo a playa y arte – y la Costa Brava es una región que ofrece la combinación perfecta, por un lado con sus espectaculares calas vírgenes y por otro lado con un museo que es desde luego una de las mayores riquezas y legados en nuestro país: el Teatro Museo de Dalí.

Mi fascinación por el Arte no es solo afición. Antes de mi carrera de Moda, estudié y terminé el bachillerato de Arte, por lo que tengo también una fuerte formación artística que además me lleva a investigar y estudiar constantemente las corrientes y expresiones artísticas que hay por este mundo – y a pesar de estar en Barcelona, el Museo Dalí en la ciudad de Figueres era todavía una asignatura que tenía pendiente…

Si me seguís a menudo, si leéis mi blog y si vais conociendo mis colecciones, seguramente ya sabéis que desde luego el arte es una de las fuentes de inspiración de mi moda. Sin embargo, seguramente sabréis también que no tomo esta inspiración para simplemente “hacer cosas bonitas”, sino que siempre busco un trasfondo y una razón para cada técnica o estilismo en su contexto social. Y desde luego este no es un blog para escribir sobre cosas fútiles o modas frívolas.

Ahora me toca escribir sobre el magnífico Surrealismo propuesto por Dalí, tal y como lo veo.

En mi opinión puedes elegir vivir de dos formas: ser lo más neutra y estable posible, disfrutando el curso natural de tu vida y aceptar las casualidades que te irán ocurriendo; o esculpir tu destino, seguramente haciendo temblar y transformar tu entorno, sin dar nada por descontado ni adquirido.

No creo que ninguna de las dos formas sea más legítima que la otra. Seguramente la mayoría opta por la primera opción y probablemente esas personas sean más felices, pero también es cierto que los personajes históricos que dejaron huella (tanto para bien como para mal), seguramente eligieron la segunda opción, superando sus límites constantemente. Y Dalí claramente fue este segundo caso, alguna vez llevando sus límites demasiado lejos…

Mirando sus obras, mirando algunos de sus comportamientos, o intentando interpretar su vida, el argumento fácil sería decir que estaba loco.

Aun así, eso sería un argumento muy reductor y limitado si de entrada estuviéramos no solo hablando de un artista surrealista, sino del mayor artista del Surrealismo – una corriente que nació del Dadaísmo, un movimiento cultural previo al Surrealismo y exclusivamente dedicado a criticar y ridiculizar las convenciones (algo que pegaría mucho en los días de hoy).

Partiendo de esta premisa, cabe entender el entorno y época que vivió Dalí: una España inmersa en una dictadura y guerra civil, una Cataluña en donde caían bombas y una Europa fustigada por dos guerras mundiales. Creo que el resto del mundo de entonces estaba mucho más loco que Dalí.

Pero como dijo el mismísimo Dalí: “La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco”.

Visitar el museo construido por él en Figueres es como vislumbrar el boceto de su puzzle completado con todas las piezas que representan sus obras.

Un teatro (fijaros ya de entrada…) – sí que ya era un teatro anteriormente, pero sigue estando decorado como tal -, con su tumba en el medio del escenario, un público de maniquíes por delante y una gigante pintura surrealista de su mujer Gala por detrás de la tumba y del escenario. En el medio, el Cadillac que ambos tenían durante el tiempo que vivieron en EEUU, una alegoría que liga los minerales de su Cap de Creus con la modernidad, que liga el pasado y el futuro.

Claramente se transmite la sensación de que todo fue una representación, una máscara, una obra de arte constante y atemporal que completa su forma en este museo. Como si el museo cerrara todo el ciclo dibujado por Dalí hasta su muerte y ahora expuesto para la eternidad, tal y como lo concibió él mismo. Absolutamente fantástico e increíble.

Pero así es el Surrealismo, ¿verdad? Todo es una máscara, una ilusión, una realidad superada. Incluso la propia realidad a menudo termina siendo una máscara. De hecho, la realidad de su época, con todas las guerras y atrocidades que se cometían, fue bastante más surreal que el propio Surrealismo.

Dalí fue un genio y su obra marcará la Humanidad para siempre. Su museo es probablemente el mejor museo que he visto (y os recuerdo que estudié en la escuela de Arte, así que no lo digo a la ligera…) y entender su legado aporta quizás una de las claves para decidir de qué forma cada uno de nosotros elige vivir.

Mi conclusión es esta, rescatando el mensaje que siempre transmitía con sus películas el sueco Ingmar Bergman (también él admirador de Dalí): solo el Arte puede hacer que alguien sea inmortal.

Lorena Panea

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