Después de leer un libro de la británica Caryn Franklin, una de las mayores expertas de moda a nivel mundial, que dirigió y presentó durante 12 años uno de los programas televisivos de moda más importantes del Reino Unido – The
Clothes Show en la BBC -, me veo obligada a usar referencias suyas mezcladas con palabras mías, para definiros mi visión y hacer una reflexión seria sobre lo que es, hacia donde va y a lo mejor lo que debería ser el fashion world.
Cómo ya os habéis dado cuenta, y aunque se haya olvidado durante los últimos años, la relación entre los humanos y la indumentaria va mucho más allá de funciones de calor, protección o abrigo. Esta relación es más bien un lenguaje rico con mucho sentido social, que se traduce en reconocimiento de poder y puede aumentar la identidad del individuo o colectivo. Bajo mi opinión, y también la de Caryn, la Moda es por eso la Gran Democracia porque añade actualidad e importancia a ropa que sea fina y elegante, sin importar jerarquías de clases.
No obstante, los cambios que han afectado el mundo reciente han llevado a una dinámica diferente, muy bien aprovechada por las marcas de producción en masa que buscan así conquistar y poseer la voluntad del consumidor. El deseo humano de embellecimiento es ahora convertido en dinero por modas de corta duración.
Cuando escucho a alguien diciendo que “no sigue la moda”, lo que esa persona está diciendo, y no sabe que lo está diciendo, es que no lo hace de forma consciente, porque en realidad sus gustos están siendo constantemente influenciados por lo que ve en aquellos/as que son referencias para sí o identifica como pares, cuando actualmente estas referencias y pares están también envueltas en un marketing lleno de mensajes sutiles, pensados o no, que indican cómo hay que vestir. Como dice Caryn, los jóvenes de hoy ven más fotos de belleza surreal durante un día en Instagram que lo que sus padres pudieron ver en toda la adolescencia. Las marcas de ropa producen cantidades industriales de cada prenda en talleres asiáticos, para vender en tiendas espectacularmente diseñadas para convencerte de que aquella es una prenda especial, cuando hay por lo menos otras 1499 exactamente iguales por todo el mundo. Más del 90% de las tiendas de ropa multimarca en España se provee en las naves chinas en Fuenlabrada, polígonos estos más grandes que la capital de Extremadura y que venden la ropa producida por los mismos talleres asiáticos de producción en masa e igual en todas partes. Con la excusa de la crisis, buscamos ropa extremadamente barata (y consecuentemente de bastante mala calidad) que no dura más de una temporada, atascando nuestros armarios y más tarde llenando verteros con nuestros caprichos de corta duración. La mayoría de las mujeres intenta entallar sus cuerpos para caber en ropa de producción en masa y he llegado a escuchar la ridícula afirmación de que la ropa a medida debería ser más barata que la ropa ya confeccionada.
Es entonces que me pregunto: ¿estamos yendo en la mejor dirección a la hora de buscar nuestra identidad?
Los grandes diseñadores contemporáneos como Vivienne Westwood, John Galliano o Alexander McQueen sí han creado, o todavía crean, prendas pensadas para la individualidad de la mujer y para durar varios años, bajo los principios de la sustentabilidad y comercio justo. Y todo esto sin ansiedades de belleza sobrenatural, complejos con el cuerpo ni obsesión con el baratero porque al final crean bienes que permanecen actuales en el tiempo. Eso sí es Autenticidad, Singularidad y Poder, los tres principios que han regido la Moda durante más de 5.000 años y que a lo largo de la Historia han hecho con que la actividad de crear una prenda sea un Arte.