ADVERTENCIA: NO ES UN POST FACIL DE LEER, PERO PROMETO QUE OS PUEDE HACER CUESTIONAR VUESTROS VALORES Y PERSPECTIVA SOBRE QUIÉNES SOIS CÓMO MUJERES.
He leído hace unas semanas un fabuloso artículo en El País, escrito por Isabel Valdéz y titulado “¿La moda sexi empodera o cosifica?”
Link: https://elpais.com/elpais/2019/11/22/ideas/1574452567_521860.html?prod=REGCRART&o=cerrideas
Obviamente no me quiero apropiar de sus palabras, pero las reflexiones del artículo – quizás de los mejores que he leído nunca sobre Feminismo – me llevan a unas conclusiones que siempre he defendido y sobre las cuales he escrito diferentes posts en mi blog, centrando esta forma de pensar en varias de mis colecciones durante los últimos años.
La pregunta no puede ser más pertinente y la moda, como manifestación social, está obviamente en el centro de todo el debate:
– La manera en la que te vistes, lo que enseñas, tu sensualidad, lo que decides hacer con tu cuerpo: ¿Puede todo ello etiquetarte? ¿Cosificarte?
No se puede caer en argumentos lineales, hacer apología barata, ni defender una postura dogmática, porque la sensibilidad feminista y los diferentes puntos de vista sobre la cuestión son claramente complejos y no todos ellos, por muy opuestos que puedan parecer, carecen de parte de razón.
Sin duda, estamos delante de una sexualización creciente del cuerpo de la mujer, muy impulsada por la masificación de las redes sociales o por el marketing empresarial.
No voy a decir que estamos en máximos históricos de hipersexualización – porque durante toda la historia ha habido registros de gran sexualización del cuerpo femenino desde el Antiguo Egipto, Anatolia, la Edad Moderna, la Revolución Liberal, en los contemporáneos años 60 y 80 (y en algunos momentos también del masculino – mirad por ejemplo todo el Arte de la Grecia Antigua).
Pero es cierto que actualmente el cuerpo femenino se expone de forma constante y masiva, lo que lleva a que algunos movimientos feministas indiquen que este hecho cosifica a la mujer.
Me resulta curioso que este mismo argumento es el mismo que siempre han usado los movimientos más conservadores, los que siempre han defendido que la mujer se ha de tapar “para sentirse libre” – al final, no son argumentos muy diferentes a ciertos movimientos religiosos que, para evitar que un hombre “peque”, limitan la libertad de exposición de la mujer.
Aprovecho entonces para haceros una pregunta: ¿acaso se piensa en hipersexualización, cuando quien enseña el cuerpo es un hombre?
Pero no nos quedemos en estas conclusiones más inmediatas.
En la perspectiva opuesta – el punto de vista de que poder vestir sexy o enseñar el cuerpo es una forma de liberación femenina – el debate y las conclusiones no son lineales.
Como señala la socióloga Rosa Cobo o la filósofa Ana de Miguel, nos pueden convencer de que la libertad está en la “elección”, pero ¿qué libertad hay si todas las mujeres “eligen” vestir de la misma forma, tener los mismos estilos y buscar lograr los mismos cuerpos? Cuando todas elegimos lo mismo, eso no es un síntoma de libertad, sino un signo de presión social (ya sea explícita o implícita).
Constantemente, elegimos sin un conocimiento real… A modo de ejemplo, cuando era adolescente y con el poco dinero que tenía, buscaba salir por discotecas en las que las mujeres no pagaban. Luego me di cuenta de que no pagaba porque el “producto” éramos las mujeres. Entonces dejé de ir a discotecas con esa política, porque eso no es libertad ni empoderamiento.
Como siempre he dicho, no es una imagen la que te “cosifica”. Tampoco te “cosifica” tu sensualidad. Y desde luego, no se puede decir a ninguna mujer que querer ser sexy la cosifica o la convierte en una víctima…
¿Qué nos “cosifica” entonces? Hay dos factores que sí nos cohiben y coartan nuestra libertad como mujeres:
Por un lado y obviamente, nos “cosifican” los ojos de algún ogro a quien no enseñaron a ser un hombre, sino un ser cobarde y asqueroso. Pero esto ya es un problema de educación que nos sobrepasa a todas y solo con el tiempo, y con perseverancia, lograremos que la sociedad nos trate de forma igualitaria. Algo por lo que todavía tenemos que seguir luchando. Sin más.
Por otro lado, tal y como un pez que se come la cola, nos podemos terminar cohibiendo a nosotras mismas, por un factor mucho menos obvio y poco intuitivo y que está afectando a toda nuestra generación…
Como dice la escritora Polly Vernon, en su libro “Hot Feminist”, también ella creció rodeada con las imágenes y el auge de las supermodelos, y aunque las admiraba, en ningún momento sintió ansiedad por llegar a ser como esas “fantásticas mujeres”.
Lo mismo observo yo en la generación de nuestras madres (en mi atelier, a menudo diseño vestidos para señoras con más de 40/50/60 años y obviamente hablamos de mis vestidos, joyas, bañadores, etc…). Aunque sepan admirar lo que es belleza, en ningún caso sucumbieron a la necesidad de lucir o aparentar “perfección” o una belleza surreal.
Hace un par de años, diseñé Idolatría, una colección que yo ambicionaba que fuera toda una crítica a un comportamiento social que va en aumento: la ausencia de dioses fue suplantada por nuevas figuras divinas que se mueven por las redes sociales y medios de comunicación como dioses por el Olimpo.
Personas, como tú y yo, pero que la sociedad idolatra de forma masiva a golpe de “Like” y acechamiento compulsivo a través de la pantalla de un móvil.
Personas con sus defectos y virtudes, pero que con una serie de artificios tecnológicos logran aparentar una belleza surreal y estándar. Y que luego, millones de niñas imitan, exactamente las mismas poses, los mismos ángulos, los mismos filtros de Instagram, haciendo creer a las demás mujeres que, para ser guapa, para estar de moda, para ser bella, esta es la belleza que hay que buscar.
Esto sí nos cosifica a las mujeres.
No se trata de abdicar de querer ser bellas, querer trabajar nuestro cuerpo o lucir la mejor la versión de nosotras mismas. Al revés, todo ello cabe en un Feminismo moderno que nos permite ser cómo queramos ser.
Se trata de, tal y como ya indicaba en el título de mi post, casi en formato spoiler y a posta: aceptar la belleza de nuestra diversidad por encima de cualquier estereotipo y sin ansia de querer ser la copia de alguien, más allá de una versión mejorada de una misma – Todo esto con nuestra sensualidad, sin complejos, que es parte de nosotras como mujeres. Todo esto, sin que el marketing, la sociedad o el patriarcado nos diga si hemos de reprimir o sobreexplotar nuestra sensualidad.
Lorena Panea