¡No me cabe en la cabeza comprar un vestido de novia ya hecho! Un vestido de novia es la reliquia que la mayoría de las mujeres tendrán más cerca de la alta costura, en toda su vida.
Eso implica que, no solo ha de sentar perfecto, con un patronaje a la medida de cada mujer, sino también ha de reflejar la esencia de cada una de nosotras y nuestra evolución como personas tanto en el amor como en la vida.
La forma de alcanzarlo es la artesanía, pero la artesanía implica tiempo y en el caso de un vestido de novia, eso implica trabajar normalmente con un año de antelación. Ahora imaginad todas las cosas que os pueden ocurrir durante un año…
Me pasó con varias novias con quién he trabajado: cambios de peso (esto es lo más típico), cambiar tejidos porque cambiaron de opinión en medio del proceso, rehacer vestidos enteros porque encontramos algún diseño que les identificaba más, introducir detalles de última hora para incluir en sus vestidos recuerdos de sus personas queridas, etc…
En el caso de Marta, le pasó incluso algo más bonito: descubrió que iba a ser mamá.
Su boda sería unos meses después de dar a luz y como os podéis imaginar, el vestido de una novia que acaba de ser madre tiene obviamente que adaptarse a la nueva situación. ¡Pero Marta no quería perder la esencia del vestido que había elegido, del vestido que mejor la representaba!
Marta se enamoró del diseño Budleia, de mi colección Neo-Natura, y como todos mis vestidos de novia se hacen a medida (sea colección o diseño al gusto), recreé el mismo diseño con una falda en forma de A que era perfecta para la nueva Marta.
En este caso hubo que cambiar todo el proceso de trabajo, readaptar algunas pinzas y costuras, cambiar el calendario de fittings, etc, etc… Y así Marta preservó su esencia y el vestido siguió teniendo el mismo diseño del que ella se enamoró.
No puedo dejar de emocionarme cada vez que lo recuerdo. Sin duda, el proceso de creación del vestido de Marta fue uno de los más bonitos que viví en mi vida como diseñadora.
Lorena Panea