En la moda nupcial hay algo que me parece muy especial: reutilizar un vestido de novia, ya sea de la boda de alguien de tu familia, un vestido tuyo que en su día significó algo para ti, entre cualquier otro motivo con una componente sentimental…
Hace unos años anuncié que empezaba a ofrecer el servicio de transformación de vestidos (principalmente de novia, aunque también lo hago en fiesta), en el que cualquier clienta me puede traer el vestido que sea (de su madre, abuela, vintage, su propio vestido, etc…) y, a partir de ese vestido, creo un diseño completamente nuevo, manteniendo la esencia y significado del vestido inicial.
Este servicio no tiene nada que ver con arreglos, ni siquiera el típico trabajo de modista que parchea o arregla lo que esté mal en un vestido de hace años, sino que es un trabajo a fondo de transformación completa de cada vestido. No solo los desmonto, sino también los reconstruyo con formas completamente nuevas, les cambio totalmente el patronaje, o incluso integro esas reliquias en un vestido completamente nuevo (imaginaros crear una casa de lujo con contenedores de construcción o una mesa de diseño a partir de palets)
Pues en estos últimos años, en mi atelier he estado recreando algunos vestidos y en este año 2019 he transformado más vestidos que nunca, por lo que en mi blog escribiré algunos posts sobre estas novias que considero tan especiales.
Esta vez quiero contar la historia de Nuria. Cuando vino a mi atelier de Barcelona, estaba buscando vestido para su boda y me preguntó, casi sin esperanza, si yo podía adaptar o aprovechar algo del vestido de su madre. Lo que para ella le parecía una hipótesis remota a mí me pareció una oportunidad única para hacer algo tan tan especial que jamás se puede imitar.
El vestido tenía más de 30 años, por lo que no se podía considerar en su estado actual, pero le vi un potencial inmenso al diseño – y un trabajo de muchas horas, pero lo que disfruté con ello…
Después de analizar bien su patrón, corte y estado de los tejidos, le propuse a Nuria un diseño, teniendo en cuenta las siluetas que le gustaban para el día de su boda.
Le gustó mucho mi propuesta, aunque ambas sabíamos que esto es un proceso de creación vivo – casi como una obra en curso, en el que siempre te puedes encontrar sorpresas y hay que tener creatividad para aportar soluciones.
Lo que siempre hago en estos casos, es ir prototipando el diseño inicial, para que la novia vaya viendo cómo evoluciona el vestido (y tome decisiones), mientras yo veo como van evolucionando los materiales del vestido original a los nuevos patrones, formas y nuevos tejidos que voy añadiendo al diseño.
En este caso, alargué el vestido (reemplazando y creando piezas completas en la falda original), rehice la parte del cuerpo en su totalidad (tejidos nuevos, diseño nuevo, nuevos patrones…), aproveché la puntilla de partes del vestido antiguo para distribuirla por nuevas posiciones, fundí esta puntilla con nuevas puntillas similares, etc, etc, etc…
Casi siempre, esta evolución creativa otorga un resultado mucho más bonito y especial que la primera propuesta de diseño, por lo que sería un error limitarme a esa primera propuesta.
Nuria confió en mí en todo el momento, lo dejó casi todo en mis manos y finalmente se emocionó con el resultado final de su vestido de novia (y yo también me emocioné…)
Es que su madre ya no está entre nosotros, y es imposible no empatizar con lo emotivo que fue para Nuria casarse con el vestido que llevó su madre el día de su boda…
Vestir una reliquia tan sentimental para cada una de nosotras, adaptada a nuestro gusto actual, que reúna a diferentes generaciones y conecte nuestro pasado con nuestro futuro, me parece una obra excepcional. Me parece algo divino. Me parece lo más bonito que podemos lograr los seres humanos. Me parece arte.
Lorena Panea