Ya desde hace un par de años que vengo diciendo, y escribiendo, que las nuevas novias están dejando atrás los estilos demasiado sencillos. Los detalles y adornos de los vestidos minimal se están volviendo cada vez más destacables y ricos.
No me malinterpretéis: no vamos a volver a la ostentosidad y exuberancia de los 2000, como aquellos vestidos de “cupcake”, voluminosos y brillantosos como aun vemos en las bodas más rezagadas… Nada de eso (¡espero!).
¡Tampoco estoy diciendo que es la muerte del Minimalismo! ¡Larga vida al Minimal! Y elegancia SIEMPRE, eso es algo atemporal.
Me refiero a vestidos con detalles que igual no se aprecian en los planos largos, pero que en los planos cortos y en el toque se percibe delicadeza y encanto. Hace años que la artesanía, base de la sostenibilidad, viene consolidándose y eso se nota especialmente en los detalles de los vestidos de novia más exclusivos.
De hecho, ya jugué con esa baza en mi último desfile en la Barcelona Bridal Week (y no solo…), cuando presenté mi colección MAAT. Si os fijáis, no quise presentar vestidos de “pasarela”…
Pero quién haya visto de cerca y tocado estos vestidos, sabe la de artesanía y detalle que tienen estas piezas de MAAT – eso es exquisitez, mis amigas. Y os prometo que, en este mismo Blog, vais a ver a algunas de las novias más exquisitas del año con algunos de esos looks de MAAT…
Pero hablemos de la novia protagonista de este post y de su precioso look: Rosario, con el diseño LP “Rubens”.
En realidad, el vestido Rubens es una versión actualizada de un diseño que ya creé en 2016 – una época en que yo ya estaba observando esa evolución de las mujeres, hacia estilos menos simplones (como los de la época de la crisis del 2007 al 2013). La nueva Pandemia solo ha venido a exacerbar esta tendencia y a hartarnos aun más del sencillismo.
Pero como decía antes, eso no significa que nos vayamos al otro extremo.
Rosario es extremeña como yo, pero estaba igualmente viviendo en Barcelona, por lo que ambas tenemos influencias de ambas tierras.
Las tradiciones del sur tienen ciertamente mucha influencia en mujeres como nosotras, pero no por ello nos tenemos que sentir menos modernas, o vestirnos como nuestras madres o abuelas… ¡por eso que el vestido Rubens era adecuadísimo para ella!
Esa espectacular falda de organza, con una caída y movimiento que genera esa percepción onírica, regia e impresionante, como los mejores vestidos clásicos. Pero sin aportar peso, incomodidad ni limitaciones, cosas que las novias modernas ya no toleramos.
Luego ese cuerpo, lleno de artesanía en tela bordada sobre tul, solo apto para los gustos más exquisitos. Y a pesar de todo el trabajo artesano, el patrón no necesita incómodas varillas, sino que se basa en un confortable escote en V (en el delantero y espalda) para dar libertad a la novia en uno de esos días de verano.
Y finalmente, todo el look en color nude. Ya me canso de repetir que lo de casarse de blanco no tiene nada que ver con tradición, sino con marketing y comportamiento masificado.
Por su color de piel y pelo, este Nude le sentaba de maravilla a Rosario – mucho más que todos los blancos que le probé – y fue un color mucho más adecuado, para aportar naturalidad y armonía.
De novia minimal, Rosario no tiene nada y lo tiene todo.
En mi opinión, el vestido Rubens le aportó varios elementos clásicos y tradicionales, que tienen sentido estar en un día tan especial y emotivo – ya sea para destacar a la novia, para mantener la exquisitez de su estilo y ayudarle a soñar (elementos que difícilmente un vestido sencillo puede aportar).
Sin embargo, el mismo vestido Rubens le dio la libertad de celebrar a gusto ese día único, de forma cómoda, despreocupada y auténtica.
Lorena Panea